Batalla de EL PARI – 21 de Noviembre de 1816
Con la destrucción total del 3er ejército auxiliar del Rio de la Plata la incertidumbre se apodero de la América, quedando nuevamente Santa Cruz de la Sierra como único punto patriota en el continente. Conocedor de esto el General Joaquín de la Pezuela, concentra todas sus fuerzas para retomar la capital cruceña y acabar con todo foco patriota.
Para tal cometido, pide al General de los Ejércitos del Alto Perú Juan Ramírez de Orozco, que escoja a su mejor hombre para encabezar la marcha contra Santa Cruz, recayendo la responsabilidad en el Tcnel. Cruceño Francisco Xavier de Aguilera, quien avanza sobre su ciudad natal con un contingente de más de 1600 hombres, muchos de ellos veteranos de la guerra de la Independencia de España sostenida contra los ejércitos napoleónicos, los que meses antes se habían enfrentado al Patriota Manuel Asencio Padilla y su esposa Juana Azurduy, además venían milicianos presidiarios de las cárceles españolas y otra sarta de malvivientes. Su ejercito incluía: El batallón Fernando VII, compuesto de 500 hombres, el Batallón de Infantería Talaveras de la Reina, con 500 efectivos, dos divisiones cochabambinas de caballería con 500 jinetes, dos piezas de artillería con 50 soldados cada una.
El Cnel. Ignacio Warnes, conocedor de lo próximo que estaba a la vista, comisiona al Colorao Mercado para que construya galpones militares en la zona de Las Horcas de Chaves, hoy municipio de La Guardia, en donde el terreno facilita una vista infinita hacia el Oeste, instalando un punto de vigilancia o de guardia en el lugar. Para el patrullaje de la zona, destaco un escuadrón de Caballería al mando del comandante Choclares Pedraza, quien tendió una línea de vigilancia de Norte a Sur.
A su vez, el ejercito desplazado por el Cnel. Warnes a las candentes arenas de El Pari, estaba compuesto por los siguientes cuadros: 300 Fusileros, 250 de Caballería comandados por el Cnel. José Manuel Mercado Montero y el Cap. Saturnino Salazar, entre los que se encontraba el futuro héroe de Ingavi (1841) Mariano Rendón y Cabezas; la Artillería estaba a cargo del comandante Rocha “el traidor” con 150 infantes, además de varios montoneros armados de macanas, lanzas, flechas y machete.
Los preparativos para esta Batalla fueron registrados por nuestros historiadores del siglo pasado de la siguiente manera: Hernando Sanabria escribe: Conocedor Warnes que el enemigo se acercaba a la capital, recurrió entonces a un expediente que había de darle los mejores resultados. En discursos pronunciados en las cales y proclamas que mando distribuir profusamente, hizo ver al pueblo que se acercaba una invasión de gentes de la montaña, a quien titulaba enemigos, y de que era llegado el momento de defender la propia tierra a costa de cualquier sacrificio.
La tropa patriota vestía de la siguiente manera, según el capitán patriota Mariano Rendón y registrado por Mariano Zambrana: Los infantes vestían con blusas blancas y pantalones del mismo color, con almares rojos, hecho todo de género de algodón tejido en el país y un morrión de cuero, muy semejante en su forma a las monteras, lo que le daba un aspecto pintoresco. La caballería estaba armada de lanzas y vestía de los pies a la cabeza de cuero curtido, lo cual le daba un aspecto semejante a la caballería de la edad media, cuando los jinetes estaban cubiertos de armadura. Warnes llevaba el día del combate una chaqueta morada con visos blancos, sombrero blanco de fieltro, obra del país, de copa baja y emplumada, botas largas de cuero y espada al cinto.
La situación en que quedo la ciudad, luego que los patriotas partieron al Campo de Batalla, lo refleja Mariano Zambrana de la siguiente manera: Es indescriptible la desolación i el llanto en los hogares, desde el mas aristocrático hasta el más humilde. La ciudad gemía de dolor i de angustia; i esto era todavía el preludio de un duelo mudo por lo desgarrador, profundo i prolongado; se anulaba i moría el grito en la garganta de madres, de las esposas, de las hijas, de las hermanas, de los niños.
Según Zambrana, el Cnel. Warnes, antes de montar su corcel, se despide de sus amigos y les dice: en el campo de batalla quedare; pero si triunfa la Patria volveré a abrazaros.
Según Mariano Duran Canelas, De Pedro Lorenzo (zona de Peji), Aguilera marcho precipitadamente con su ejército a posesionarse en las alturas de San José, (actual zona alta de la avenida Omar Chávez), arrabal de la ciudad de Santa Cruz, inmediato a las antiguas viviendas de campo, del señor Santiago Granado, cubriendo la izquierda de su línea con los gruesos matorrales y cerca de dicho vecino. Antes de tomar estas posiciones ventajosas, Aguilera desplego distintas guerrillas sobre el camino público, que del interior se dirije a Santa Cruz, a objeto de llamar la atención del ejercito patriota, mientras se posesionaba de esas alturas. El se coloco a la cabeza de la caballería; la infantería dirigiala el Comandante Llanos y Ramos a los Cazadores.
Las incidencias de la Batalla, fue registrada por los historiadores de la siguiente manera:
Duran Canelas, aunque no tan poético como Zambrana, escribe algo similar, producto del relato de algunos descendientes de los protagonistas de la contienda, como esta parte: Warnes se presento con su ejército en la pampa de carreras o “Vega del Pari” horas 11 del día. Reviso su línea; y con una voz enérgica, dijo: “Vencer o Morir con Gloria!”
Mariano Zambrana (1925) escribe: A las 11 de la mañana ya había tendido Warnes su línea de batalla como a 600 hombres del arroyo del Pari, obstruyendo el camino de la Sierra. Al reflejo del sol canicular, resplandecían los aceros que tantas heridas y tantas muertes causarían en breve. Un silencio sepulcral realzaba de esos momentos precursores la solemnidad, grande i tétrica como la haya elevado su pensamiento a más de cuatro siglos antes de nuestra era, recordando a los lacedemonios en aquellas palabras que Damaroto dijo a Jerjes: La lei manda a los espartanos “vencer o morir”, i haya pensado también en la “gloria”; porque así planteo el dilema a sus soldados, desde el centro de su línea; i luego dirigiéndose a Mercado le señalo con la espada a los jinetes enemigos y les dijo: “tú me responderes de esa caballería Tabla”.
Ambos ejércitos colocados a tiro de pistola, casi a un tiempo rompen los fuegos la infantería i la caballería. Varios disparos de carabina hacen los jinetes de Mercado, i luego que este les dice “a la carga muchachos, Viva la Patria” arremeten a son de clarín con el ímpetu del mas resuelto valor, contra la caballería realista: la arrollan i la deshacen después de desbaratarle su cuadro formado para resistir a la segunda carga; pasan las horas i la pelea sigue con un ardor increíble, fantástico, sobrehumano; nada es la ponderación para describirlo; a cada momento arrojaba la artillería bocanadas de fuego mortífero; i tendida la infantería patriota a flor de tierra, para utilizar la desigualdad del terreno, resistía valientemente las nutridas descargas del Batallón Fernando VII que el mismo Aguilera comandaba en persona, i al contestarlas, hacia grandes claros en sus filas; en esto ingresa con denuedo al combate el temible Batallón Talaveras, i entonces a la voz de Warnes, botando los patriotas al suelo sus fusiles, empuñan las bayonetas i se arrojan como leones sobre la infantería real, a puñalada limpia, en la lucha de cuerpo a cuerpo, con los enemigos que hacen otro tanto. Toma con esto el combate un aspecto horroroso, feroz, tan sangriento como cruel. A lo lejos, efectuabase la dispersión y persecución de los escasos grupos de jinetes que le quedaban a la deshecha caballería cochabambina.
Formidable había sido asimismo la lucha de ambas caballerías. “dos nubes que al batir de los vientos – escribe un cronista cruceño – repiten instantáneamente su choque eléctrico, no sorprendiera como el encuentro de esos combatientes ecuestres, confundidos entre la inmensa polvadera de los arenales de San José”
De esa valerosa “caballería tabla”, efectivamente Mercado había respondido a los muí pocos héroes que sobrevivieron de la sangrientísima hecatombe, al país cruceño, a la Patria, a la posteridad; pero no a Warnes que yacía en el campo, alevosa i cobardemente asesinado por infante de Talaveras i por un oficial, cuando no podía defenderse porque habiendo caído con el su cabalgadura, le tomo debajo pierna y brazo derechos a poca distancia de donde sus soldados combatían, i en momentos en que ya la victoria se pronunciaba a favor de su causa.
Ese hermoso corcel blanco que sobre su carnudo lomo conducía con agilidad i viveza la imponente figura del Aníbal sudamericano, pesadilla invicta de los tercios del Reí, ese corcel, había sido derribado sin vida por la bala monárquica, i al caer troco a los vencidos en vencedores, al triunfo en derrota… Los que contaron la historia, habían visto por entre las ralezas o claridad que ligeras ráfagas hacían disipar la humareda, yacer entre los cadáveres unas ancas ensangrentadas; la montadura en su sitio, pero manchada también; el crinado rostro del caballo en un charco de sangre; i debajo del voluminoso cuerpo, una parte de aquel hombre de valor sin límites, que tantos peligros dominara antes; el cráneo perforado por el plomo y el corazón con plumaje. (…) Del Batallón Fernando VII solo sobrevivieron cinco hombres, entre ellos un fraile español que hacía las veces de cirujano; i de sus 1600 soldados solo con 200 de los Talavera entro el caudillo realista en la ciudad a la hora crepuscular: traía de trofeo la cabeza de Warnes, cuyo cuerpo trabajo le costó encontrar entre los demás, cubiertos por la penumbra. La inmortal cabeza del héroe épico, fue exhibida en la plaza sobre una picota.
Manuscrito Lara-1880. Mercado con los ojos inundados de lagrimas por la trágica muerte de su comandante y compañero el coronel Warnes, la pérdida de sus amigos compatriotas y la grave situación de la batalla, efectúa una conferencia con el comandante argentino para reatacar por la mañana a Aguilera en el mismo campo del Pari, pero Salazar contesta: “Se murió Warnes, se acabaron sus ordenes, yo no soy más que Saturnino Salazar, los que gusten acompáñenme a la Argentina, síganme, nos iremos por la Cordillera (…). Esta desgraciada actitud determino la perdida de Santa Cruz para la Patria.
Del ejército de Aguilera, de 1600 hombres, no se salvaron de la muerte sino 200, los que, por órdenes de un chileno, el capitán Rocabado, estuvieron toda la noche dando tiros para infundir temor. Al día siguiente recogieron la artillería y la dispusieron en una especie de reducto, a la espera de los acontecimientos. Esto fue a dictamen del citado chileno Capitán Rocabado, siendo el único oficial que quedó con los sobrevivientes Tablas. Los demás se ocultaron, viendo que Aguilera se retiró, pero no fue sino por perdida la esperanza del triunfo que si se quiere fue prudencia buscar un secreto asilo al paso que los patrias. Aguilera y sus diezmadas tropas permanecieron cuarenta y seis horas en el campo sin animarse a ocupar la ciudad, socorridos de sus partidarios quienes indagando hallaron al realista Aguilera a quién le dieron conjeturados informes. (…)
Los derrotados del Pari, en su camino a Chiquitos fueron perseguidos por algunos soldados de Aguilera dispersos para este fin. Mataron y degollaron a varios patriotas sobrevivientes y tal fue el desastroso fin, que entre esos desgraciados cayo el valiente mayor Pedraza (alias Choclares).
Desengañado Mercado al no poder resistir esas persecuciones que trajeron el pánico a los combatientes patriotas, ni poder afrontar las dificultades que se volvieron insuperables, decidió abandonar Chiquitos con dirección a la Cordillera en compañía de su asistente Ramitos y los pocos sobrevivientes que quedaban.
“Muerto Warnes, el sostenedor infatigable de la causa patriota en Santa Cruz, fue el celebre coronel Jose Manuel Mercado quien mantuvo en jaque nueve años a las fuerzas realistas, sin darles un minuto de reposo. Y conste que los componentes de las tropas de Mercado, eran campesinos y gente del pueblo trabajador” (Humberto Vázquez Machicado)
Por esta victoria, el virrey Pezuela otorgo a don Francisco Xavier de Aguilera el titulo de Brigadier, lo que fue ratificado por el rey Fernando VII, quien además le otorga un titulo nobiliario, la condecoración de Caballero de la Orden de Santa Isabel y el cargo de Gobernador Intendente de Santa Cruz.
Texto tomado de los libros:
Santa Cruz y el Proceso Independentista Hispanoamericano – 2010 de Bismark A. Cuéllar Chávez
Manuscrito Lara -1880.
José Manuel Mercado “El Colorao” – 1996 de Yngrid Vespa de Pucci
Imágenes de:
www.bicentenariosantacruz.com